Charly

El karaoke que cambió mi noche

Aún recuerdo aquella noche cuando mi amigo y yo llegamos a tomar algo y cantar un poco en el karaoke. Después de un día de trabajo, nos lo merecíamos, sin imaginar lo que esa noche deparaba.

Todo iba normal: un par de bebidas y un par de canciones entre risas y cantantes, hasta que se acercó ella con una sonrisa que iluminaba la penumbra del lugar y dos micrófonos en la mano y dijo: «¿Cantamos?» Por el ruido apenas entendí pero su mirada dejó claro lo que quería. Entonces se acercó más a mi oído y me repitió la invitación. Incline mi cabeza para escuchar mejor y, en un instante, mis ojos chocaron con su escote. Fue un accidente, lo juro, pero su sonrisa pícara me dejó claro que lo había notado.

Intente disimular y asentí. Elegimos la canción y, al cantarla, nuestras miradas se encontraron repetidas veces, sacándonos una nerviosa sonrisa. Las frases de la canción hablaron por nosotros, cada verso era un intercambio de confesiones no planeadas y sin darnos cuenta nuestras voces se volvieron una sola, y de manera involuntaria, se creó un momento comprometedor.

No nos quedó más que felicitarnos mutuamente al ver la reacción de los demás parroquianos con sus aplausos. Nos reímos como dos niños atrapados haciendo travesuras.  Esto nos motivó a pedirnos los nombres y los números al mismo tiempo, lo que provocó una carcajada por la coincidencia. 

Ella pidió sentarse un momento con nosotros, y lo que comenzó como un momento casual se convirtió en una conversación interminable. Las risas fluían, al igual que las miradas cómplices y las bromas con doble sentido que decían mas de lo que las palabras admitían.

Mi amigo lo notó y, muy caballeroso y discreto, se despidió, dejándonos solos en una mesa que parecía pertenecer solo a nosotros dos.

 Lo que pasó después, cuando la música cesó y encendieron las luces del karaoke me lo reservo para otra ocasión. Pero aquella noche me enseñó que, a veces, los momentos mas simples y no planeados esconden emociones complejas, y que en una canción compartida puede nacer algo tan impredecible como esta historia.

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